V.O.S.E.

Para R., conmovido aún por su gesto.

Por si no quedó claro en un post anterior, en casa vemos series extranjeras en versión original subtitulada. Esto, en contra de lo que las mentes retorcidas puedan pensar, no nos convierte en culturetas. Sino todo lo contrario.

Las series llegan a nuestro pc aún no sé como -yo también tengo miedo a la SGAE– y las pasamos a un disco duro multimedia que me regaló mi bello la pasada navidad y que, claro, tenemos conectado al televisor. Los subtítulos los hace peña alegremente a cambio de poner su nombre o por la vanidad de que se sepa que sabe inglés -mi no-novio que fue geek que aclare si existen otras motivaciones. A veces están mal traducidos y mal sincronizados, lo que supone una emoción añadida.

Yo encuentro extraño que la gente vea la televisión por razones ideológicas y que se indigne por algo que se puede apagar con un botón. Lo encuentro perverso. Encuentro más extraño todavía que alguien se vanaglorie de tenerla apagada. Es como presumir de tener el coche en el garaje. Y me irrita que alguien se considere especial o único por el hecho de sintonizar un canal, ver una serie de televisión, que no le guste el fútbol, que le guste el campo más que la ciudad o diferenciar un Rioja de un Ribera del Duero cuando lo pone en la etiqueta. En casa no nos gusta el fútbol, pero nos gustan los futbolistas. Algunos mucho.

En esta casa se ven series de televisión en v.o.s.e. por pura ansiedad y no por esnobismo -por esnobismo hacemos muchas otras cosas-. Es como si a alguien le dejasen ver el partido del sábado antes del sábado y poder contarlo. No te puedes aguantar. Es una debilidad de la que no entiendo que haya que presumir. Nos ocurriría lo mismo si tuviésemos una lata de caviar de beluga en la nevera: nos lo comeríamos allí mismo, de pie y con los dedos. Además, en su mayor parte, las series de televisión forman parte de una industria concebida para ganar dinero y ejercer el poder -y obtener prestigio, cuando se pueda-, lo que hace que sean necesarios muchos millones de personas para poder mantener una serie en pie. Eso o pagarlo con nuestros impuestos -ya salió la socialdemocracia-.

Yo solo conozco a una persona consecuente e intachable en estos temas, tanto, que lo ha convertido casi en una disciplina olímpica. Se llama R. y ahora sé que me lee porque sé que C. le ha dado el soplo.

R. ve las temporadas de las series extranjeras aplicando alguno de estos métodos: el método 1, que consiste en esperar a que la emitan por tv, semana a semana, capítulo a capítulo; y el método 2, consistente en comprar la edición en dvd en una bella caja e introducirlos en un reproductor conectado a un televisor. Uno a uno y en su orden. Rollo gourmet.

Ahora que me dedico a estas frivolidades, me acuerdo muchas veces de ella.

P.D.: Acabo de ver el programa que Callejeros ha dedicado a La Moraleja, en Cuatro. Una especie de reserva de clase organizada con el único objetivo de aplacar la frustración de las clases medias mostrando la relación directa existente entre la riqueza y el mal gusto.

Spotify: Cat Power/Angelitos negros